Los pacientes cardíacos consumen el doble de la cantidad recomendada de sodio

Los hábitos alimentarios, en particular la ingesta de sodio, desempeñan un papel fundamental en la batalla contra las enfermedades cardíacas. Un estudio reciente descubrió una tendencia preocupante: las personas diagnosticadas con enfermedades cardíacas consumen más del doble de la ingesta diaria recomendada de sodio.

Esta revelación, presentada en la Sesión Científica Anual del Colegio Americano de Cardiología ( ACC ), pone de relieve el desafío generalizado de mantener una dieta saludable para el corazón, una lucha que trasciende los entornos socioeconómicos.

Sal: un mal necesario

El sodio, si bien es un nutriente necesario para la salud humana, se convierte en un arma de doble filo cuando se consume en exceso. Los niveles altos de sodio pueden elevar la presión arterial, dañando los vasos sanguíneos y aumentando la carga de trabajo del corazón.

Este aumento de la presión y la carga de trabajo puede provocar complicaciones graves, como insuficiencia cardíaca, debido a la mayor retención de líquidos del cuerpo.

En respuesta, las Guías Alimentarias de EE.UU., desarrolladas por el Departamento de Agricultura de EE.UU. ( USDA ), recomiendan un límite de ingesta diaria de sodio de menos de 2300 mg para la mayoría de los adultos.

Para las personas con enfermedades cardiovasculares, el umbral es aún más estricto. La recomendación es no más de 1.500 mg por día. Esta guía cuenta con el respaldo tanto del Colegio Americano de Cardiología como de la Asociación Estadounidense del Corazón.

Los pacientes cardíacos superan las pautas de sodio

El estudio profundizó en los hábitos alimentarios de más de 3.100 pacientes con enfermedades cardíacas. Descubrió un hecho alarmante: el 89% de los participantes en el estudio excedieron el límite diario de 1.500 mg de sodio. Además, su tasa de consumo promedio fue más del doble de la cantidad recomendada.

Esta ingesta excesiva subraya la complejidad de cumplir con las recomendaciones dietéticas y resalta la necesidad de soluciones prácticas para ayudar a los pacientes a controlar su ingesta de sodio de manera efectiva.

“Estimar el contenido de sodio en nuestras comidas es un desafío importante”, señaló la Dra. Elsie Kodjoe, autora principal del estudio.

“Las etiquetas de los alimentos ayudan en la estimación del sodio en la dieta al proporcionar las cantidades de sodio en los alimentos envasados. Sin embargo, seguir una dieta baja en sodio sigue siendo un desafío incluso para las personas con enfermedades cardiovasculares que tienen un fuerte incentivo para seguirla”, enfatizó el Dr. Kodjoe.

Sin embargo, persisten las dificultades prácticas para mantener una dieta baja en sodio, especialmente para quienes tienen un interés personal en la salud de su corazón.

Ingesta de sodio y salud del corazón

La investigación, que utilizó datos de pacientes de la Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición que abarca el período 2009-2018, estimó la ingesta de sodio en función del consumo de alimentos auto informado durante 24 horas.

Los hallazgos revelaron que la ingesta diaria promedio de sodio entre los participantes con enfermedades cardiovasculares fue de 3096 mg. Esta ingesta es ligeramente inferior a la media nacional. Sin embargo, está significativamente por encima de los niveles recomendados para la salud del corazón.

“La diferencia relativamente pequeña en la ingesta de sodio sugiere que las personas con enfermedades cardiovasculares no limitan mucho su ingesta en comparación con la población general y también consumen más del doble de lo recomendado”, explicó el Dr. Kodjoe.

“Para que sea más fácil para los pacientes cumplir con las pautas dietéticas, necesitamos encontrar formas más prácticas para que el público en general estime los niveles de sodio en la dieta o tal vez considerar una reducción en el contenido de sodio de los alimentos que consumimos directamente desde la fuente”, dijo. continuado.

Perspectivas socioeconómicas

El estudio amplió su alcance para examinar el consumo de sodio en varios grupos socioeconómicos. Se necesitó un enfoque matizado al ajustar factores como la edad, el sexo, la raza y la educación.

Los hallazgos fueron esclarecedores y no revelaron disparidades significativas entre estos grupos. Esto pone de relieve una lucha universal para reducir la ingesta de sodio.

El problema abarca todas las divisiones económicas y sociales, lo que lo convierte en un problema de salud pública generalizado en lugar de un problema confinado a datos demográficos específicos.

La Dra. Elsie Kodjoe enfatiza los pasos prácticos para un estilo de vida más saludable para enfrentar el desafío del alto consumo de sodio. Destaca como estrategias clave la cocina casera y la compra cuidadosa de los alimentos, específicamente la elección de productos con no más de 140 mg de sodio por porción.

Además, el Dr. Kodjoe aboga por crear conciencia sobre el impacto del sodio en la salud del corazón. Esta combinación de acción personal y educación pública tiene como objetivo fomentar opciones saludables para el corazón, contribuyendo a mejores resultados de salud.

Un grano de sal hacia corazones más sanos

“La enfermedad cardiovascular es real y es la principal causa de morbilidad y mortalidad en todo el mundo según la Organización Mundial de la Salud”, dijo Kodjoe.

“Cumplir con las pautas de sodio es una de las estrategias más fáciles que las personas podrían adoptar para reducir las hospitalizaciones, los costos de atención médica, la morbilidad y la mortalidad asociadas con las enfermedades cardiovasculares”, concluyó.

Vale la pena señalar la limitación del estudio al basarse en el consumo de alimentos auto informado para estimar la ingesta de sodio, lo que sugiere que investigaciones futuras podrían utilizar mediciones de sodio en orina de 24 horas para obtener datos más precisos.

A pesar de esto, los conocimientos del estudio sobre el consumo de sodio entre los pacientes con enfermedades cardíacas son invaluables y ofrecen un claro llamado a la acción tanto para los individuos como para los responsables políticos para priorizar los cambios dietéticos en la lucha contra las enfermedades cardiovasculares.

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