El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) hizo público el Estado Mundial de la Infancia 2021, del título “En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”. El exhaustivo análisis señala que ya antes de la COVID-19 los niños y los jóvenes sufrían problemas de salud mental sin que se hicieran las inversiones necesarias para solucionarlos.
1 de cada 7 adolescentes sufre un trastorno mental diagnosticado
El centro de prensa de Unicerf informa que “según las últimas estimaciones disponibles, se calcula que más de 1 de cada 7 adolescentes de 10 a 19 años sufre un trastorno mental diagnosticado en todo el mundo”. Además, “casi 46.000 adolescentes se suicidan cada año”, lo que constituye “una de las cinco principales causas de muerte para este grupo de edad”.
A la vez que sigue habiendo grandes diferencias entre las necesidades relacionadas con la salud mental y la financiación destinada a esta cuestión, el informe concluye que solamente alrededor del 2% de los presupuestos de salud de los gobiernos se destinan a la salud mental en todo el mundo.
“Sólo la punta del iceberg”
“Los últimos 18 meses han sido muy largos para todos nosotros, especialmente para los niños y niñas. Debido a los confinamientos nacionales y a las restricciones de movimiento relacionadas con la pandemia, los niños han perdido un tiempo valioso de sus vidas lejos de la familia, los amigos, las aulas y los lugares de recreo, que son muy importantes durante la infancia”, dijo Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF, que puso en evidencia que “las consecuencias de la pandemia tienen un gran alcance, pero son sólo la punta del iceberg”.
Incluso antes de la pandemia ya había demasiados niños abrumados por el peso de una serie de problemas de salud mental a los que no se les había prestado atención. Los gobiernos están invirtiendo muy poco para atender estas necesidades esenciales. No se está dando suficiente importancia a la relación entre la salud mental y las consecuencias que se producen más adelante en la vida.
A menudo deprimidos o con poco interés
Según los primeros resultados de una encuesta internacional realizada por UNICEF y Gallup entre niños y adultos de 21 países –que se adelanta en el Estado Mundial de la Infancia 2021– un promedio de 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años encuestados dijo que a menudo se siente deprimido o tiene poco interés en realizar algún tipo de actividad. A medida que la COVID-19 se acerca a su tercer año, – se lee en la nota de prensa – las consecuencias para la salud mental y el bienestar de los niños los jóvenes siguen siendo enormes: según los últimos datos disponibles de UNICEF, al menos 1 de cada 7 niños se ha visto directamente afectado por los confinamientos en todo el mundo, mientras que más de 1.600 millones de niños han sufrido alguna pérdida en su educación.
La alteración de las rutinas, la educación y el ocio, así como la preocupación de las familias por los ingresos y la salud, hacen que muchos jóvenes sientan miedo, rabia y preocupación por su futuro.
Costo para la sociedad
Los trastornos mentales diagnosticados, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ansiedad, autismo, trastorno bipolar, trastorno de la conducta, depresión, trastornos alimentarios, discapacidad intelectual y esquizofrenia, – leemos aún – pueden perjudicar considerablemente la salud, la educación, las condiciones de vida y la capacidad para obtener ingresos de los niños y los jóvenes y, “aunque el impacto en la vida de los niños es incalculable, un nuevo análisis realizado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, que también se incluye en el informe, revela que las pérdidas económicas debidas a los trastornos mentales que provocan discapacidad o muerte entre los jóvenes se estiman en casi 390.000 millones de dólares al año”.
Los factores de protección ayudan, pero hay obstáculos
Pero, además, el informe señala que “una mezcla de genética, experiencias personales y factores ambientales, como la crianza de los hijos, la escolarización, la calidad de las relaciones, la exposición a la violencia o los abusos, la discriminación, la pobreza, las crisis humanitarias y las emergencias sanitarias como la COVID-19, conforman la salud mental de los niños e influyen en ella a lo largo de toda su vida”. Y, “aunque los factores de protección, como la presencia de cuidadores afectuosos, los entornos escolares seguros y las relaciones positivas con los compañeros pueden reducir el riesgo de padecer trastornos mentales, el informe advierte que hay importantes obstáculos, como la estigmatización y la falta de financiación, que impiden a demasiados niños gozar de una salud mental positiva o acceder al apoyo que necesitan”.
Invertir en salud y afrontar los estigmas
De ahí que el Estado Mundial de la Infancia 2021 pida a los gobiernos y a los asociados de los sectores público y privado que “se comprometan, comuniquen y actúen para promover la salud mental de todos los niños, adolescentes y cuidadores, proteger a los que necesitan ayuda y cuidar a los más vulnerables”. Algunas de las medidas a tomar, según el fondo, son las inversiones “en la salud mental de los niños y adolescentes en todos los sectores, no sólo en el de la salud, para apoyar un enfoque basado en la prevención, la promoción y el cuidado que abarque a toda la sociedad”.
Se pide también integrar y ampliar las “intervenciones basadas en pruebas en los sectores de la salud, la educación y la protección social, incluidos los programas de crianza que promueven una atención sensible y enriquecedora y apoyan la salud mental de los padres y cuidadores; y garantizar que las escuelas apoyen la salud mental mediante servicios de calidad y relaciones positivas”. Y se insiste en “romper el silencio que rodea a las enfermedades mentales, afrontando el estigma, promoviendo una mejor comprensión de la salud mental y tomando en serio las experiencias de los niños y los jóvenes”.
“La salud mental forma una parte integral de la salud física; no podemos permitirnos seguir considerándola de otra manera”, dijo Fore, que concluye:
“Hemos observado que, durante demasiado tiempo, tanto en los países ricos como en los pobres, no se han hecho los esfuerzos suficientes para comprender esta cuestión e invertir en ella, a pesar de que desempeña un papel fundamental para el potencial de todos los niños. Esto tiene que cambiar”.”